El Dibujo de Graneros

11.02.2016 22:47


Por Kallfü Am




Algo nos  está intoxicando y lo bello que ocurre dentro de nuestro espacio no  deja de ser más
que  algo abstracto  que la mente quisiera interpretar.



Todas las  ciudades  y pueblos de este país tienen un corazón, un aroma y un destino según la inteligencia y sabiduría de los que la habitan, y nuestra ciudad  no es la excepción. Con los primeros rayos del sol comienzan a esfumarse  las sombras de nuestros sueños, con las  primeras imágenes del día  comenzamos a ver de qué estamos hechos, cómo estamos construyendo y en qué estamos pensado.

El pitido de la fábrica marca el pulso, el paso del tren divide en dos el corazón del pueblo, las mujeres por la  Avenida Compañía con sus  bicicletas comienzan el  recorrido a la cosecha, los trabajadores que limpian las calles inadvertidos han comenzado su labor, los perros callejeros inundan las calles y persiguen a cualquiera que camine temprano.  La vida ya está en curso.  Huele a café dulce, reconfortante, huele a café quemado y amargo, huele a algún producto químico que trae el viento, mientras que en otros momentos huele a vómito, es el mismo café-vapor de la fábrica.


El casco antiguo de la ciudad poco a poco se va desvaneciendo, las paredes se resquebrajan y junto con ello los mensajes de protesta e  inconformidad.  Comienza a surgir una nueva generación que se levanta quizás más conforme, más  simple y peligrosa que la anterior que  sencillamente fue sacrificada.


Sin embargo, dentro de todo lo que pasa día a día, hay una singularidad:  un hombre ha estado pintando un mural  por la calle Cousiño,  avanza poco a poco, primero pinta el fondo blanco, luego líneas que no parecen significar nada,  la gente  pasa sin detenerse,  con la cabeza mirando hacia el suelo o hacia al frente, tal vez miren de reojo los garabatos que empiezan a tomar forma, pero lamentablemente  algún  veneno ciega los pensamientos, quizás  la rutina de hacer siempre lo mismo, de ida y vuelta al trabajo... Esa "mecanización del Ser" que ha impuesto el sistema de vida que tenemos actualmente nos  lleva a "no tener tiempo" y, por lo tanto, a no detenernos  a reflexionar qué  está ocurriendo a nuestro alrededor,  cuál es el sentido en la vida,  en el arte, en el futuro...  Algo nos está intoxicando y lo bello que ocurre dentro de nuestro espacio no  deja de ser más que  algo abstracto  que la mente quisiera interpretar.


La vida continúa, las imágenes que tuvimosdurante el día se van perdiendo en el ocaso, las mujeres no descansan después de la cosecha, siguen cocinando, a  los hombres los absorbe una pantalla, el licor, una duda, un pensamiento vacío... los niños juegan inocentes por las calles, nuestro pintor de la calle Cousiño ha desaparecido, el pulso de la fábrica sigue vivo, latiendo a cada cambio de turno, el tren de carga vuelve a rugir y retumbar en nuestro inconsciente las cosas que se han prometido, las campanadas de la iglesia nos dicen que el tiempo pasa y que  todo lo que pudimos avanzar fue un grano en un centenar de graneros.